
Que el anfitrión, único país del continente agobiado por un conflicto de más de 40 años y azotado por el narcotráfico, celebre los avances es un desarrollo que nadie habría podido anticipar hace poco tiempo.
Si bien algunas tendencias son compartidas con algunas naciones del continente, las históricas dificultades colombianas hacen del optimismo un activo más difícil de conseguir. Para los miles de ojos que pasaron por La Heroica, y muchos medios de comunicación que cubrieron el encuentro diplomático, el ejemplo de mostrar es Colombia.
Por otro lado, la histórica aprobación de la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras ha sido bien recibida por la comunidad internacional como una poderosa herramienta de paz y reconciliación. Gracias al creciente prestigio de iniciativas de seguridad, desde el istmo centroamericano hasta las montañas de Afganistán, conferencistas colombianos son apetecidos para compartir las experiencias nacionales en la guerra contra el crimen organizado, seguridad urbana y estrategias antinarcóticos.
El año pasado, por ejemplo, se alcanzaron indicadores tan positivos que atrajeron la atención de los expertos. El Producto Interno Bruto (PIB) creció 5,9 por ciento, una cifra que en el contexto internacional significa que Colombia ocupó el quinto lugar en términos de crecimiento anual, después de China, Argentina, India y Chile.
La inversión extranjera directa (IED) sobrepasó los 13.000 millones de dólares, hecho que resaltó la Comisión Económica de América Latina (Cepal), pues Colombia se ubica como uno de los primeros de la región en atraer los flujos extranjeros. Y no solo se destaca el país como receptor de IED, sino que las empresas colombianas están siendo especialmente activas en la región en sectores como electricidad, agua y gas y en servicios financieros. ‘En la región, solo Colombia mantiene el dinamismo en el exterior’, dijo en su informe del año pasado la Cepal.
Las exportaciones colombianas superaron los 50.000 millones de dólares en 2011, una cifra sin precedentes. En este punto no se puede desconocer que las condiciones internacionales han jugado a favor del país.
Precisamente, en materia petrolera, el país se acerca a una producción de 1 millón de barriles diarios, lo que significa que está a punto de entrar a las ligas medianas de crudo a nivel mundial.
La confianza en el país hoy es enorme en los mercados internacionales. ‘Tenemos una economía con una inflación baja y estable y unas condiciones monetarias y fiscales que muestran gran estabilidad y fortaleza’, dice el gerente del Banco de la República, José Darío Uribe. Como resultado de todo esto, Colombia recuperó el grado de inversión que perdió a finales de los noventa y mientras las grandes potencias europeas sudan la gota fría por su elevada deuda y la desconfianza que generan en los mercados, el crédito soberano de Colombia ocupa el puesto 12 entre los mejores del mundo, algo sin precedentes en su historia financiera.
Esto, que algunos han dado en llamar el ‘cuarto de hora’ de la economía colombiana, no se logró de un día para otro. Como dice el ministro de Hacienda, Juan Carlos Echeverry, el éxito de las políticas económicas implementadas en Colombia en los últimos años se está reflejando en ciclos económicos más estables y en un crecimiento sostenible. Por ejemplo, entre 2003 y 2007 Colombia vivió el ciclo de expansión económica más importante en los últimos 50 años. El PIB creció, en promedio, por encima del 5 por ciento. Desde el año 2002 hasta la fecha, Colombia multiplicó por casi siete la inversión extranjera directa (de 2.000 millones a 13.000 millones de dólares).
La combinación entre la mejora en las condiciones de seguridad y este dinamismo económico explica la mayor confianza en el país y constituye los cimientos de este ‘buen momento’. Para John Paul Rathbone, editor para América Latina del diario británico Financial Times, la mejora en la seguridad desde el anterior gobierno ha contribuido enormemente al cambio de percepción que hoy tiene el mundo sobre Colombia.
Simultáneamente con los avances en estos dos frentes, la diplomacia ejercida por la administración Santos ha contribuido a recuperar la presencia de Colombia en distintos escenarios internacionales. El mejoramiento de las relaciones con los países vecinos, así como un posicionamiento como ‘bisagra’ entre el norte y el sur del continente americano, guían el esfuerzo por pasar del aislamiento defensivo al reconocimiento regional. Si a lo anterior se suman postulaciones serias de colombianos a altos cargos de las organizaciones multilaterales, se cierra un círculo virtuoso de seguridad, economía y diplomacia que demuestra que este optimismo va más allá de la percepción.
Este enorme progreso no significa en forma alguna que los grandes problemas estén resueltos. La seguridad, particularmente en algunas de las viejas zonas del conflicto y ciudades intermedias, se está complicando. La Ley de Víctimas y la restitución de las tierras tienen todavía que pasar del papel a la práctica. Los grupos paramilitares han sido reemplazados por bandas criminales muy similares. Y esto para no mencionar la desastrosa situación de inequidad social y problemas como el de la infraestructura, para no nombrar sino dos ejemplos. Sin duda alguna, el camino por recorrer todavía es muy largo.
Pero a pesar de todos estos problemas, después de la Cumbre de las Américas el estado de ánimo del país es de orgullo y optimismo. Colombia nunca hubiera podido llegar a esta circunstancia de no ser por las personalidades totalmente opuestas de Álvaro Uribe y de Juan Manuel Santos. Uribe fue un presidente de guerra que logró triunfos militares sin los cuales el cuarto de hora colombiano seguramente no habría llegado. Sin embargo, continuar con su estilo hubiera sido contraproducente. Se requería una transición de mariscal a estadista. Y con los ocho años del primero y los probables ocho años del segundo, Colombia está siendo objeto de una admiración, un reconocimiento y un respeto que no tenía en el pasado.
Fuente: Semana.com
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